domingo, 28 de marzo de 2010




Sus abrazos, sus besos, sus caricias. Su mirada, su sonrisa, su voz. Sus ojos, su pelo. Sus palabras...



El amor y el respeto mutuo; las cosas compartidas, los momentos felices y los más o menos. Sus pro y mis contra.


Hasta ahora, los 18 años que tengo en mi haber me mostraron que existen diversas formas de querer. Querer a tu mejor amigo, querer a tus viejos, querer a alguien que apenas conocés, pero te cae muy bien y se hace querible de la nada (aunque esto haya caído tan bajo, al punto de que todos se quieren entre todos), querer a tu familia en general son, aunque no parezcan, distintas formas de querer.



Pero si nos referimos al amor -a ese amor que se siente por la persona que te mueve el piso, la persona que con sólo hablarte, hasta con sólo mirarte, puede hacerte sonreir y olvidarte de los malos tragos cotidianos; que aunque te hayas enojado con ella, esté rondando en la mayoría de tus pensamientos y quieras mirarla fijo, robarle un beso y decirle que nada importa, más que el cariño que se tienen el uno al otro- no hay punto de comparación que valga la pena divulgar.


¿Qué más se puede pedir? Nada, sólo agradecer.



Agradecer y seguir adelante.

Volví para muchas cosas

Uy, a ver cómo se hacía esto. Ah, sí. Bueno, en este tiempo en el que estuve ausente pasaron bocha de cosas. Grabé un demo con mi banda (sí, les cabe el enlace). Aprobé Teoría de las Organizaciones, desaprobé de nuevo Matemática I. Empecé el colegio, a ver si termino de una p*ta vez por todas!



PUTA MADRE, NO ME DIÓ



 


Y nada, eso, boludeces.


Ah, tengo un cachorro nuevo 


El querido Thor